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APOSTILLAS INTERNACIONALES

Intercontinentalismo I: África

Por Eduardo H. Cundins – (MEG)

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Esta invención moderna de los estados nacionales se encamina a celebrar su cuarto centenario. Las revoluciones industriales y la de las comunicaciones: mucho menos.

 

Apenas dos siglos nos separan del advenimiento de la máquina a vapor que generó un cambio de fisonomía sustancial y definitivo en el modo de producir bienes y servicios. La producción masiva reflejada en el ícono de chimeneas humeantes en las metrópolis europeas, “devoraba” ingentes volúmenes de materias primas. Morían así los talleres y los artesanos.

 

El otro lado de la moneda de la prosperidad de bienes abundantes y económicos producidos en serie fueron las condiciones de hacinamiento y su estela de menoscabo al valor de la vida humana; no en vano el Día Internacional de la Mujer y el Día Internacional del Trabajo (8 de marzo y 1° de mayo, respectivamente) conmemoran aciagos episodios de las condiciones inhumanas de los trabajadores/as de esa era.

 

Agotados pues los inmediatos stocks burgueses de aquellas materias primas, sobrevinieron las incursiones económico-militares en procura de commodities, minerales y productos “exóticos” que por geografía, clima o cantidad se carecían en los alrededores de las fábricas.

 

Si bien ello inhibió, por improductivo, el tráfico de “materia prima humana” (esclavos), una simple reconversión a bienes éticamente más aceptables resultó sencilla. No obstante, fueron igualmente nocivos los estragos producidos para su localización, explotación masiva y transporte. Una vez más, fueron los nativos quienes dieron cuenta del trabajo a destajo y de las pingües ganancias, multiplicadas por el comercio global.

 

A resultas de ello, ha sido la devastación de un continente que, como ningún otro, ha sufrido la voracidad inagotable ya no de las fábricas sino de los estados que sostenían estas codiciosas invasiones: cualquier parecido con las aventuras inglesas de 1806 y 1807 en la gran aldea del Buenos Aires colonial, no sería mera coincidencia.

 

Un momento prolongado de la historia de las civilizaciones encuentra a todo el “Continente Negro” dominado, supervisado o regulado desde escritorios europeos. Esta fenomenología del dispendio erosionó gravemente el tejido social africano a tal punto que aún hoy persisten las cicatrices de estas políticas deshumanizadas.

 

El súbdito africano ha visto con creciente ansiedad que la mejora de su calidad de vida lo impulsaba a procurarla yendo a los lugares donde ésta podía lograrse. El fenómeno de esa urbanización difiere de la latinoamericana la cual, menos impactada por ese mismo estímulo de la concentración en las metrópolis extracontinentales se orientó a las capitales de los propios países. Por el contrario, las metrópolis africanas se llaman Londres, París, Madrid, Lisboa y varias otras. Ellas son las “mecas” de los peregrinos desesperanzados que intentan recomponer vidas desarticuladas.

 

El mundo ha resultado demasiado pequeño para darle la espalda y desinteresarse de lo que en él sucede. El rotundo “NO” a la constitución europea dado por los franceses y holandeses en 2005 advierte una entendible inquietud de rechazo a esta retroinvasión africana a Europa. Rostros azulinos constituyen el paisaje natural de sus calles capitalinas. Inclusive Buenos Aires con los “polisones” senegaleces y mauritanos.

 

Los diamantes ensangrentados de Sierra Leona, los piratas del siglo XXI somalíes, el genocidio ruandés, las pandemias, los niños balseros marroquíes y saharauis, las luchas fratricidas, tribales o étnicas, las hambrunas, sumado a que más de la tercera parte de los niños soldados y más de la mitad de las misiones de paz del mundo se concentran en su solo espacio geográfico, es semejante al común origen del aún incierto SIDA o del sí reconocido ébola los cuales coinciden en el epicentro del continente olvidado eclosionando y expandiendo su letalidad a todos los rincones de este pequeño planeta.

 

El auspicioso acercamiento que supuso la Cumbre del ASA (América del Sur- África) el último fin de semana de septiembre de 2009 se constituye en un hecho de significación y esperanza. Los tres países sudamericanos netamente atlánticos (Argentina - Brasil y Venezuela) más Ecuador y cuatro de los africanos bañados por el mismo océano (Angola-Cabo Verde-Nigeria y Sudáfrica) más Libia, han estrechado aquellos vínculos de los que jamás debieran haberse alejado. Debemos volver a la Pangea de nuestro período aluvional o reciente. El planeta es nuestro único hogar… por ahora.

 

 

 

Las opiniones vertidas en este artículo no representan necesariamente las del Círculo de Legisladores y del IEERI.

Sólo son responsabilidad del autor

 
 

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